domingo, 30 de mayo de 2010

Mi saratea te danila

No sé porque todavía me pirifollás hasta la mendela. Lo pienso, lo estudio, lo medito, lo evalúo.
De repente, de improvisto, tengo la respuesta: "es su mojicidad". Al principio sí, me convence, me tranquiliza.
Pero después no, después ya no estoy tan segura... entonces "¿será su mojicidad? ¿será su mojicidad impermeable o su vizcaracha insana?". Y ya no se si es la vizcaracha, el viscaracho o la conjunción de nuestros anenidos en un instante eterno.
Después digo que no, que no importa que sea. Que da lo mismo, si total no sirve. Si total no servís. Si total no servimos ni para servir de algo.
Y así ando un rato, no sirviéndonos ni para tomar el té con galletas, ni para cosechar malvones en el jardín de la vieja casa de Lanús de tus abuelitos que en paz descansen, ni para arreglar las muñecas de la hermana que no tuviste, ni para destiempizarnos los pies, ni para domar los dragones de tu espalda y los ponis de mi cabeza.
Pero no servirnos no me sirve, porque venís a visitarme todas las noches con tus ferritales, con tus recuerdos de caramelo blando y tus promesas de fordesas que nunca dejás de hacer.
Entonces estoy acá y escribo y escribo, muchas veces, muchas, la circería que armamos. Y escribo y escribo, no sé. Pienso que de tanto escribir lo mismo de distinta manera voy a poder dejarte pinchado en el papel, como mariposa de museo. Y ya no te vas a poder mover, correr por todos lados, tirar jarrones, regalarme flores que cortás de la vecina. Nos es vudú, un alfiler solo no es vudú, es necesidad.
Hoy te digo que tengo un danilo imperante. Te lo digo así, como hoy te lo puedo decir. Como no.

2 comentarios:

El abogado de un tal Julio dijo...

Esto es plagio. Ya nos veremos la cara en la corte.

Feroz dijo...

te admiro tanto hombre!!Gracias por nacer! juajuajau