domingo, 14 de octubre de 2012

Ofelia

Era hija de la unión entre ella y él.
Ella, una mujer diferente. Desde chica siempre llevó el corazón a flor de piel, sin terminar de decidir si eso era bueno o malo; pero sin poder evitarlo. Casi siempre una sonrisa en la boca, una melena despeinada, y unos ojos brillosos inclinados hacia el interior. Ella, a pesar de su incuestionable optimismo, carga con una nostalgia que la acompañará por siempre. Esa nostalgia del que sabe demasiado, y que aún intuyendo la respuesta hace las preguntas.
Desafinadísima al cantar como su madre, también comparte con esta la habilidad manual, y esa necesidad de salirse de lo establecido. De gustos eclécticos, disfruta de aquello que se le pega en el alma, que siente como verdadero. Por eso la mamá de Ofelia se enamoró de él.
Él, un hombre diferente. Con el corazón puro como un vidrio recién limpio, sin capacidad de ocultar nada, pero con una imposibilidad a quedarse quieto. Porque cuando uno se queda quieto puede ser aprehendido con facilidad, y si hay algo que este hombre nunca quiso es ser enteramente contenido. Con una sonrisa que consigue lo imposible si se lo propone, se trata de un hombre irresistible a simple vista, y sin salida si se cae en sus profundidades. Pero él no deja que casi nadie caiga en su interior, o por lo menos eso trata.
Soñador como su madre, es un eterno luchador de la justicia. Porque en el fondo, el papá de esta niña no es más que un niño, que no cree en la maldad y en las mentiras.
Él la espera para ir a comer. Ella ahora escribe. Le escribe a su futura hija, esa que aún no fue concebida, pero que la empieza a corporizar en un cuento llamado como ella, Ofelia.

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