La consecuencia fue una de las peores cosas que me pueden pasar: uñas negras. Además, claro, de manchas de tierra en la alfombra y en el césped sintético (así es, mi casa es noventosa y amamos las imitaciones), huellas digitales impresas en cuanta llave de luz, puerta y ventana se cruzó en mi camino, y un cementerio de macetas, tierra, raíces, yuyos (González), y demás yerbas.
Pero no puedo estar más feliz, así que entre las consecuencias de mis actos también debo anotar esta sonrisa que me cruza el rostro y este ventanal resucitado del olvido y florecido de verde. Un día de lluvia, plus de sabor.
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