Tal vez lo que voy a confesar a continuación me hace menos criolla ante el gaucho pura sangre; pero hoy lo confirmé: prefiero el mate dulce. Tengo varios de estos pecados en mi haber (el más resonante es, tal vez, que no me gusta el dulce de leche), pero de a poco voy perdiendo la vergüenza. Así soy: desprolija de gustos.
La clave está en ponerle el azúcar al agua: hace que la dulzura sea constante y duradera, y no intensa en un comienzo, pero que se lava a medida que pasa el tiempo. Eso se aprende probando, tomando mate. El mate, la vida, nada nuevo bajo el sol...
jueves, 22 de octubre de 2009
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1 comentario:
Igual, aclaro en caso de que sea necesario, no le pongo mayonesa a la tira de asado! Tengo límites señores
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